Un viejo refrán dice que la única diferencia entre los niños y los adultos es el precio de sus juguetes. Hace algunos pocos años, mis hijos me regalaron un dron para mi cumpleaños. La experiencia de conducir ese sorprendente vehículo volador y observar mi realidad desde otra perspectiva fue emocionante y divertida, por un rato. Luego, como suele suceder habitualmente con los juguetes, el dron y su caja quedaron olvidados en un ropero para siempre.
Una situación similar fue la experimentada por miles de productores agropecuarios y emprendedores que se apasionaron con estos artefactos voladores convencidos de que esta herramienta iba a representar un aporte trascendental a la agricultura moderna.
Tanto fue el interés de los productores por los drones que cualquier nota que hiciera referencia al universo AgTech necesariamente tenía que llevar la imagen reluciente de un dron sobrevolando un cultivo. Los drones comenzaron siendo el símbolo y terminaron siendo la primera moda de la revolución digital del agro.
Tanto es así que, según una investigación de la prestigiosa publicación AgFunder, la tecnología de observación aérea a través de drones agrícolas alcanzó su punto máximo de interés hace cinco años, cuando los inversores comprometieron 326 millones de dólares para financiar nuevas empresas que prometían cielos llenos de drones capaces de cartografiar o rociar campos con una eficiencia y precisión sin precedentes.
Los años transcurridos desde entonces han visto una letanía de problemas en torno a los altos costos, problemas técnicos y agricultores desconfiados y desilusionados. En muchos casos, estos obstáculos hicieron que las visiones del 2015 cayeran en picada mucho antes de que el brote global de Covid-19 obligara a los inversores a reevaluar las expectativas en todos los sectores. Tal como le sucedió a mi regalo, la mayoría de estos juguetes terminaron olvidados —¿para siempre?— en algún armario.
En los últimos meses, sin embargo, se ha observado un renovado interés de empresas e inversores en estas máquinas voladoras. ¿Podrá convertirse este juguete para adultos en una herramienta valiosa para los agricultores del siglo XXI? Veamos algunos de los casos y de los modelos de negocios gracias a los cuales los drones se están reinventando.
En julio del 2020, Taranis, una firma israelí sobreviviente de la primera ola, anunció que había cerrado una nueva ronda de financiación por $ 30 millones de dólares. El servicio principal de Taranis consiste en ayudar a los productores a tomar decisiones durante toda la campaña utilizando una combinación de avanzadas imágenes aéreas y tecnología de inteligencia artificial.
Sus drones aprovechan una base de datos de más de 1 millón de especies para crear prescripciones y tratamientos personalizados según factores de suelo, clima e, incluso, proyecciones meteorológicas. Combinando imágenes de drones con aviones, pueden cubrir 40 hectáreas en seis minutos y son capaces de capturar imágenes con una resolución de 0.3 milímetros de píxeles – calidad suficiente para identificar a un minúsculo insecto.
Esta tecnología le permite a Taranis generar un diagnóstico preciso veinte veces más rápido que un técnico humano caminando por el campo y generar, a su vez, veinte veces más información.
Esta información se complementa con un flujo constante de imágenes satelitales de apoyo. La oferta permite a los agricultores utilizar sus propios equipos o confiar en el servicio de Taranis.
Hasta ahora, el 80 % de los clientes optan por esta última opción, evitando la molestia del día a día de volar drones de un lado a otro en ubicaciones remotas con problemas de conectividad. En la lista de tareas pendientes, Taranis pretende identificar nuevas plagas o variedades de malezas para cubrir una gama cada vez más amplia de cultivos.
Más recientemente, en diciembre del año pasado, el gigante holandés Koppert Biological Systems, líder mundial en control biológico de cultivos (la misma que adquirió en el 2019 la empresa de biológicos argentina Nitrasoil), adquirió Geocom, una empresa brasilera fundada apenas en el 2013. El modelo de negocios es similar al desarrollado por Taranis: Geocom es la primera empresa en desarrollar una tecnología específica para la aplicación de agentes biológicos a través de drones en Brasil.
En la Argentina, uno de los proyectos más ambiciosos e innovadores vinculados a esta tecnología es el programa “Nidera vuela”, de la firma homónima (recientemente adquirida por Syngenta), mediante el cual la totalidad de su canal de distribución tuvo acceso a sofisticados equipos para que fueran utilizados para sobrevolar y monitorear los lotes de maíz de sus clientes.
Toda la información es recolectada, analizada, consolidada y procesada por la startup Vistaguay, de Monte Buey, Córdoba, ofreciendo a los participantes información muy valiosa para elegir la semilla precisa o el manejo más adecuado al medio ambiente. Este es un caso muy interesante e innovador donde se integran el semillero, el canal de distribución y la startup tecnológico.
A medio camino entre una herramienta de diagnóstico y un servicio personalizado, los drones vuelven a recuperar protagonismo. Nacidos como vehículos de observación y monitoreo, se han convertidos en herramientas capaces de llevar a cabo aplicaciones con una precisión y una seguridad sin paralelo.
¿Veremos a los agro-drones convertidos en una herramienta de logística y distribución rápida, atractiva y ajustada a las grandes distancias propias del campo?
Personalmente puedo imaginarme un operador recibiendo una notificación en su pantalla que le indica que un componente de su cosechadora ha tenido un desperfecto fatal y que le anticipa que no se preocupe pues estará recibiendo el repuesto en cuestión en unos pocos minutos gracias al servicio de agro-drones del concesionario. Mientras tanto, los innovadores AgTech seguirán desarrollando creativos modelos de negocios poniendo a los drones en el centro de la escena. Los drones —definitivamente— vuelven a la carga.
Fuente: Carlos Becco / Clarín
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