Galletitas fabricadas a partir de harina proveniente de larvas de moscas; drones cowboy que arrean la hacienda y detectan aumentos de temperatura corporal asociados con enfermedades; cámaras con algoritmos que permiten estimar el peso actual y la fecha de faena de cada cerdo de un criadero. No son expresiones de deseos de la ciencia agronómica para el largo plazo. Son realidades visibles en Israel, que pudo verificar un grupo de productores y técnicos que visitó ese país recientemente.
Los objetivos del viaje eran conocer el sistema emprendedor de Israel (principales actores, roles y resultados) y ver los desarrollos en food tech visitando empresas que aplican, entre otras técnicas, la robótica, la automatización, la biotecnología y la inteligencia artificial orientadas a elevar los techos de la producción agropecuaria y su calidad.
“Israel es el país que, junto con Estados Unidos, tiene más la mayor cantidad de start ups del mundo, en un territorio muy pequeño, equivalente a la superficie de Tucumán, con 500km de largo y 90 de ancho”, afirma, a modo de introducción, Sebastián Salvaro, uno de los viajeros, director de la consultora AZ-Group.
“Tiene diez millones de habitantes de los cuales siete millones son de origen judío. Ubicado en la ribera oriental del Mediterráneo, limita con cinco países (Líbano, Siria, Palestina, Jordania y Egipto), con los que no tiene buena relación, lo que obliga a vigilar los límites permanentemente”, advierte. Por eso, todas las personas que viven en Israel deben hacer un servicio militar obligatorio de 2,8 años para los varones y 1,5 para las mujeres. El clima de riesgo bélico frecuente -tuvieron guerras en todas las últimas décadas modernas- los obliga a dormir con un ojo abierto, a no descuidarse y a innovar permanentemente.
Sin embargo, el proceso emprendedor no se da de forma pasiva sino que es el resultado de muchas acciones sinérgicas. Por ejemplo, el ejército es el gran productor de innovaciones: las distintas áreas están creando permanentemente, lo mismo que las universidades, en las que los investigadores salen a conseguir financiación para el presupuesto de cada proyecto por desarrollar. En la innovación también participan el ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, y el instituto Volcani (la primera institución agrícola y la primera organización científica de Israel), en conexión con las universidades. En esas instituciones, si un integrante desarrolló un proyecto que da como resultado una patente, recibe parte de los beneficios de aquella. Finalmente, están los emprendedores, con muchísimas start ups.
Pero para todo esto hace falta dinero. Los proyectos se financian con recursos del país y de judíos que viven en otras latitudes. Hay 14 millones en el mundo, muchos de los cuales hacen aportes filantrópicos de capital para apoyar a Israel de distintas maneras: pueden contribuir con el presupuesto de Defensa o pueden financiar proyectos que mejoren las condiciones de vida de la humanidad, por ejemplo. Así se genera mucha disponibilidad de créditos, que se combina con una Bolsa de Valores que permite que las start up en desarrollo empiecen a cotizar con facilidad.
Además, Israel tiene algo clave en términos geopolíticos: está en el paso entre Oriente y Occidente y cerca de países con petróleo. Por esa causa, tiene mucho apoyo norteamericano. Además, une tres continentes -Asia, África y Europa- lo que explica por qué, desde siempre, ha sido un lugar de gran interés para la historia de la humanidad.
Finalmente, no hay que olvidar que el crecimiento poblacional de la humanidad determinará que en 2050 sean necesarios cuatro planetas equivalentes a la Tierra si todos los habitantes quieren alcanzar determinada calidad de vida. Es decir, al mundo le sobra gente y por eso en Israel se adelantan en el tiempo para producir mejor y con menores recursos.
Historia
En Israel, desde principios de siglo, la producción agropecuaria se organizó con granjas socialistas para defender los límites geográficos del país. Así aparecieron los kibutz, polos de desarrollo en medio del desierto, con apoyo oficial y con énfasis en el estudio del manejo del agua y de las técnicas de riego.
Con el tiempo, los kibutz se modernizaron y dejaron de lado su carácter socialista por el que “eran de todos para todos” y se integraron a la agroindustria para salir al mundo a exportar con políticas de largo plazo. Así, decidieron invertir muchos recursos en financiamiento de varias disciplinas clave como la informática, la robótica y otras ciencias aplicadas.
“Al agro lo consideran un laboratorio para el desarrollo de producción de alimentos y de tecnología para mejorar la producción”, define Salvaro. Para el primer propósito están desarrollando la multiplicación celular en laboratorio, con miras a producir leche y carne vacuna y aviar artificiales. Los trabajos están avanzados y ya permiten, por ejemplo, imprimir un bife 3D, que luego va a una cámara de frío para darle la consistencia de la carne animal. El desarrollo de leche artificial también está avanzado con atributos especiales, como la producción de leche personalizada. Estos alimentos todavía son más caros que los naturales, no están en venta, pero se abaratarán con el desarrollo que surge del paso del tiempo.
Larvas
Otra línea de trabajo es la producción de aceite y harina a partir de la crianza de larvas de moscas. “El aceite es utilizado en cosmética o reemplazará a otros aceites y la harina permite fabricar galletitas”, explica el técnico, que tuvo ocasión de probarlas (y aprobarlas). Por ahora estos productos también tienen un costo superior al de los convencionales, pero el tiempo los abaratará. El desarrollo ya está patentado y se instalaron fábricas en Tailandia.
En el norte del territorio israelí, con tres fronteras cercanas y distintos climas, se desarrollan muchas tecnologías para el agro con el trabajo de cooperativas y empresas. Las autoridades veían que muchos integrantes de los kibutz se iban a vivir a Tel Aviv y buscaron nuevos emprendimientos para contenerlos localmente. Así, se desarrollaron tecnologías disruptivas, como los drones-cowboy para el arreo del ganado, que sirven también para tomar la temperatura de los bovinos y determinar si se encuentran en valores normales o no, para descartar o detectar la posibilidad de enfermedades. Israel no tiene rodeos vacunos a campo, pero desarrollan esta tecnología for export.
Otra línea de trabajo vinculada a lo que llaman Computer vision es el desarrollo de software para monitoreo de cultivos. Así, la empresa Aleph Farms ofrece cámaras que se pueden ubicar en un tractor y cuentan la cantidad de naranjas que hay en un monte y van determinando, en estado previo a cosecha, cómo será su tamaño al momento de ser arrancadas. En función de eso se decide en qué mercados se comercializarán, lo que inyecta eficiencia a la cadena comercial y facilita el el abastecimiento ordenado.
“En España, mediante desarrollo de caravanas, software e imágenes de cada cerdo en un criadero, pueden estimar su desarrollo y peso, y anticipar cuánto tiempo demandará su terminación para faena”, agrega Salvaro.
La polinización de cultivos extensivos y extensivos es otra línea de trabajo. Las abejas melíferas tienden a reducir su población y se estima que desaparecerán en 2050, lo que generará problemas para la polinización cruzada de las plantas.Hoy varias start ups encontraron la forma de extraer el polen de los órganos masculinos en cultivos como el tomate, mediante shocks electromagnéticos, para trasladarlo a los órganos femeninos de manera manual por ahora, aunque se procurará automatizar completamente el proceso.
Otras trabajaron para entender el momento de las flores de invernadero, leído por una cámara con un software que interpreta si está para ser o no polinizada. En caso positivo, dispara una accion a un soplete integrado para que, mediante viento inducido, se alcance alto nivel de polinización, como se pudo observar en Arugga AI Farm.
Todas estas innovaciones van generando mucha información que se vuelca a una base de datos para entrar en la Inteligencia Artificial. “De esta manera, los equipos de los próximos años podrán generar una acción determinada a partir de los datos que reciben -por supuesto en un contextro determinado- y casi sin intervención humana; este será uno de los saltos grandes que propone este tipo de tecnologías”, concluye Salvaro.
En todos los frentes
La innovación israelí en el terreno agrícola perfora los límites tradicionales. A los tractores-robots, manejados por un controlador que comanda varios a la vez, se le suma la edición génica para el desarrollo de nuevas semillas de cultivos. “No se transita por el camino de los OGM, sino que se edita el ADN de una especie para crear nuevos atributos, como mayor contenido de azúcares o inmunidad ante patógenos. La edición genómica permite trabajar con muchas especies a la vez y reducir los tiempos para alcanzar las metas”, proyecta Sebastián Salvaro.
La búsqueda de mayor eficiencia en la agricultura también está dirigiendo la mirada a las raíces. En la empresa Roots, buscan optimizar la temperatura del ambiente donde desarrollan para aumentar la productividad. Así, con distintas acciones lograron agregar dos cosechas de lechuga adicionales por año.
En las técnicas de riego -uno de los fuertes de Israel- están ensayando el uso de energías limpias en vez de fósiles para los equipos por goteo. Apuntan a sistemas de precisión conectando los equipos a un tensiómetro y a dos sensores: uno, ubicado sobre la raíz, que “ordena” cuánto regar y otro, por debajo, que indica cuándo.
Fuente: La Nación Campo
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