Más allá de las predicciones de escritores como Isaac Asimov, quien imaginó Internet como una enorme biblioteca a la que conectarnos desde nuestras casas y poder acceder a todo el conocimiento creado por la humanidad, o la parecida visión de H.G Wells, quien el su novela The World Brain -El Cerebro Mundial- vaticinó el nacimiento de la Wikipedia, Google, o del propio Internet, en tan solo el transcurso de apenas 25 años nos hemos adentrado en una era llena de promesas que han superado las expectativas de incluso los más grandes autores de la ciencia ficción. Estamos hablando, como no podía ser de otra manera, de la Era Digital, la cual alcanza su máximo exponente -hasta el momento- con el auge de Internet.
Internet ha conectado el mundo, tornándose una parte indispensable en casi todos los aspectos de nuestra realidad. Hoy nuestra vida está tan supeditada a Internet que no cuesta imaginar que si mañana cayera la red, no retrocederíamos tan solo los 25 o 30 años que llevamos inmersos en la llamada Era Digital; si no que dada la dependencia actual de las comunicaciones, cadenas de suministros o bases de datos, quizá el salto hacia atrás nos retrotraería hasta los comienzos del siglo XIX, con suerte.
Sin embargo aunque pueda parecernos vivir en un mundo hiperconectado, las promesas de la Era Digital no han acabado de llegar a todos por igual; la rápida velocidad a la que avanza la tecnología, la cual ya ha dado lugar a guerras inéditas en la historia de la humanidad como la que se libra en la actualidad entre China y los Estados Unidos por el control del 5G, destinado a cambiarnos la vida, parece estar haciéndonos olvidar de lo más básico dejando atrás a ciertos sectores indispensables para la economía y supervivencia de millones de personas, como el de la agricultura.
Internet; un nexo entre dos épocas
Noticias, redes sociales, deporte, películas, música, libros, la compra de la semana, sin olvidarnos, por supuesto, de la pornografía: todo ello forma parte de la oferta a la que accedemos a diario desde nuestros teléfonos móviles. Sin embargo desde una perspectiva tan cómoda es fácil obviar el hecho de que los teléfonos inteligentes, con las aplicaciones y herramientas adecuadas, pueden servir a fines mucho más pragmáticos y fundamentales, como decirle a los agricultores cuándo es probable que llueva, cómo identificar y erradicar las plagas o negociar los precios para una cosecha abundante gracias a una combinación de trabajo duro y el Big Data.
Y si bien las tecnologías digitales están llegando cada vez a más agricultores, por cada uno de ellos que se suma a vender sus productos desde detrás de una pantalla o se conecta al último pronóstico del tiempo, millones de ellos se ven cada vez más marginados a medida que avanza la revolución digital.
Esto puede ser debido, dependiendo de la región, a la falta de dispositivos, a una cobertura de red inexistente, extremadamente costosa o desactualizada, o bien a una mezcla de ambas. Por ejemplo, en México, la segunda economía más grande de Hispanoamérica, prácticamente cada persona tiene acceso a un teléfono móvil, sin embargo solo el 25% de los hogares agrícolas tienen acceso a Internet.
En muchos lugares del África subsahariana, región con el potencial de convertirse en el fututo granero del mundo, menos del 40% de los hogares agrícolas tienen acceso a Internet. Y a diferencia de Asia y América Latina, donde la propiedad de teléfonos móviles es casi universal, menos del 70% de los agricultores en el África subsahariana tienen dispositivos de mano, por no hablar de que el acceso a las redes 4G necesarias para ejecutar las aplicaciones más sofisticadas es tan solo del 9%.
La agricultura y la brecha digital
"Existe una suposición generalizada de que pronto todos podrán beneficiarse de las nuevas tecnologías", declara Zia Mehrabi, científico en el departamento de Recursos, Medio Ambiente y sostenibilidad de la Universidad de la Columbia Británica y autor principal del estudio que se publica esta semana Nature Sustainability bajo el título The global divide in data-driven farming. Sin embargo los datos que arroja el estudio de Merabi mostraron grandes diferencias entre el tamaño de las granjas y los servicios de redes móviles, indicando que a nivel mundial, entre el solo el 37% y 24% de las explotaciones agrícolas de menos de una hectárea tenían acceso a redes 3G y 4G respectivamente. Por su parte la disponibilidad del servicio para explotaciones superiores a 200 hectáreas fue superior al 80%.
Por otro lado, la tecnología 2G, que proporciona servicios de voz y texto, tiene una disponibilidad más amplia, pero no es compatible con la mayoría de la tecnología de los smartphones de nueva generación. "Nos enfrentamos a una trampa de pobreza digital: aquellos que ya están marginados se quedan más atrás mientras que otros se benefician de la miríada de oportunidades que ofrece la innovación digital en la agricultura", explica por Andy Jarvis, de la alianza entre la organización para la investigación Bioversity International y el Centro Internacional para la agricultura tropical -CIAT- y quien también forma parte de la Plataforma CGIAR para Big Data en Agricultura.
El análisis, el cual también incluyó a autores del Banco Mundial y el Centro Helmholtz de Investigación Ambiental en Alemania encontró que para muchos pobres de las zonas rurales que viven en áreas con cobertura, conectarse podría consumir la mayor parte del presupuesto familiar. "El estudio apunta a la necesidad no solo de expandir la cobertura sino de reducir enormemente los costes para que conectarse sea asequible para muchas familias", continúa Jarvis. "Debemos considerar la conectividad digital como una necesidad básica y diseñar innovaciones de próxima generación que funcionen en todos los rincones de África".
Ruido pero sin señal
El estudio se centró en las brechas de cobertura móvil donde los agricultores más lo necesitan. Por ejemplo, en áreas de cultivo deficientes en nitrógeno, los cuales presentan rendimientos bajos sin un manejo adecuado de fertilizantes, la disponibilidad de 3G y 4G fue del 60% y 22% respectivamente; las áreas dependientes de la lluvia para la producción tenían una disponibilidad del 71% y del 54%; y para los entornos áridos, que plantean desafíos de producción grandes pero superables, la cobertura fue solo del 37% y el 17%. "Estas brechas de cobertura plantean obstáculos importantes para que los avances en el campo de las aplicaciones que proporcionan servicios climáticos, de avisos de nutrientes o los servicios financieros que requieran Internet móvil, lleguen a las personas que más lo necesitan", explican los autores.
En cuanto a las poblaciones afectadas por la inseguridad alimentaria, la cobertura 3G y 4G fue del 61% / 45% y, en África, del 52% y 22%. respectivamente. En el ámbito sanitario, el acceso global para las personas afectadas por la malaria, que causó más de 400.000 muertes en 2018, fue solo del 37% y del 17%. "Esta falta de cobertura para las poblaciones en riesgo plantea una gran preocupación para responder a los impactos en la seguridad alimentaria y la salud, o ante las enfermedades emergentes, incluida la COVID-19. Esta falta de cobertura es más problemática hoy que nunca", declara Mehrabi.
Por todo ello, los autores del artículo solicitan a los gobiernos, las empresas, las agencias de desarrollo y los filántropos mundiales que movilicen rápidamente inversiones y lleven a cabo las intervenciones necesarias para cerrar la brecha digital; una acción inmediata sobre los Objetivos para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, y que persigan acciones que promuevan el acceso universal a Internet para las naciones menos desarrolladas. "La llegada del 5G nos depara un universo de posibilidades, pero si su implantación no se aborda desde una perspectiva global la brecha digital se agravará, y esto solo traerá más desigualdad" explican los autores. "Necesitamos desesperadamente que el acceso universal a Internet llegue a los paisajes agrícolas" concluye Mehrabi.
Fuente: National Geographic
Comments