En la última década, la evolución y transformación tecnológica han llevado a la agricultura tradicional a replantearse frecuentemente el porqué de muchos paradigmas antiguos. La agricultura moderna está consiguiendo, a través de nuevas ciencias, apalancar la innovación a niveles sin precedentes. Soluciones de vanguardia que permiten reducir costos, eficientar el uso de recursos, lograr mayor calidad de la producción, mejorar significativamente la rentabilidad del productor; y por sobre todas las cosas obtener un nivel de granularidad en el entendimiento de lo que sucede en el agro que nunca antes se había experimentado.
No es necesario debatir la relevancia de la agricultura en el mundo. Simplemente hay que recordar que este sector es la fuente primaria del 100% de la alimentación del ser humano y que a nivel mundial genera más del 40% del empleo en tareas directa o indirectamente relacionadas, es suficiente para entender porqué es tan clave dentro de la economía y en la vida en general de las comunidades. Es evidente entonces, el rol fundamental e irremplazable de la agricultura, pero es importante reconocer algunos desafíos presentes.
Al analizar los índices de consumo de agua, a nivel mundial se utiliza un 30% más de agua potable de la que la naturaleza puede reemplazar, siendo el 70% de este exceso utilizado para la industria agrícola. Al observar las emisiones de gases de efecto invernadero, el 28% corresponden a las actividades de la agricultura. La incidencia del sector en el impacto ambiental también es determinante.
El aspecto extremadamente positivo e inspirador de esta situación tiene que ver en cómo la sociedad, las compañías y los gobiernos han comenzado a prepararse y a asignar recursos para imaginar y diseñar un futuro donde el crecimiento y la escalabilidad, no sean inversamente proporcional a la sustentabilidad y el cuidado del medio ambiente. La estimulación de políticas e iniciativas necesarias para fomentar el binomio tecnología-sustentabilidad, por suerte, han capturado la agenda principal y la atención de gran parte del mundo.
Frente a este contexto, todos en el sector agrícola tenemos un papel indispensable en contribuir al desarrollo de proyectos sostenibles, que potencien y promuevan las buenas prácticas, ayudando no solamente a mitigar el impacto hacia el ecosistema, sino que además potencien procesos productivos que puedan crear nuevas oportunidades reales de negocios.
Las tecnologías digitales de última generación permiten interpretar, entender y relacionar datos, elevando de esta forma, la velocidad, asertividad y seguridad a la cadena productiva. A su vez, brindan mayor trazabilidad y transparencia en la conexión entre el productor y el consumidor, creando canales con menos interferencias, donde los mensajes son decodificados más eficientemente.
La otra gran revolución tecnológica, en paralelo a la digitalización, pasa por la biotecnología. La utilización de microorganismos y otros componentes naturales resultan indispensables para fomentar el camino hacia prácticas sustentables, brindando mejores resultados y minimizando los impactos negativos sobre el medio ambiente.
No cabe duda de que la evolución de estas ciencias está cambiando aceleradamente la industria. Emergen rápidamente nuevas maneras de producir, financiar proyectos y principalmente, de descubrir, aprender y disponibilizar nuevas conexiones que crean un valor nunca antes percibido.
Aquellos privilegiados que estamos trabajando en el agro, somos testigos y partícipes de una historia que se encuentra en un punto de inflexión casi único, donde la industria está evolucionando hacia ser un sector más completo, aún más abarcativo y plural. Y donde todos estamos asumiendo nuevas y más relevantes responsabilidades, las cuales estimulan, simultáneamente, una visión de largo plazo del mundo y la creación de valor sustentable.
La biotecnología y la digitalización están ayudando a que esta historia, que alguna vez fue utopía, sea cada día más cierta.
Fuente: Columnistas
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