Máquinas que siembran y cosechan con pilotos automáticos. Drones que captan situaciones biológicas y las transforman en datos digitales. Todo on line, con precisión de milímetros y en plena sintonía con los satélites y los servicios de conectividad global.
Esas innovaciones tecnológicas mejoran la productividad del campo argentino, en la primera línea mundial de los adelantos agropecuarios, y con progresivo equilibrio entre la eficiencia y la sustentabilidad.
Así se toman mejores decisiones, se reducen costos y tiempos, en el camino de obtener alimentos, energía y, últimamente, también soluciones en el área de la salud humana.
Las técnicas de la producción rural actual irrumpieron en el siglo XX con la mecanización y la genética, pero en los últimos años avanzaron con mayor intensidad y están en plena transformación. En la Argentina, los vaivenes económico-políticos han condicionado los avances, pero la evolución no se detuvo.
Van desde la biotecnología de cultivos para controlar la amenaza de las malezas, las plagas, las enfermedades y hasta los efectos del clima. Más allá de la eficiencia productiva, llega hasta el alcohol en gel o el plasma inmune de caballos para controlar el coronavirus en humanos. Y a un insumo clave que se produce en La Rioja para fabricar shampoo anti calvicie, que es furor en el Reino Unido.
En ese contexto, la Argentina no ha “inventado la pólvora”, pero desde hace algunas décadas se ubica en la vanguardia global de los sistemas y procesos que han convertido a la “producción primaria” en un rubro muy rentable, eficiente y crucial en la economía argentina. Ahora también es reconocida como “actividad esencial”, tanto para proveer de alimentos a la población como para conseguir dólares.
Aquí, las 10 innovaciones que revolucionan al campo:
1. Maquinaria inteligente, agricultura de precisión
Uno de los objetivos centrales de la tecnología agropecuaria es aumentar la capacidad de trabajo para producir alimentos con mayor eficiencia y, en ese camino, los dispositivos cibernéticos hace tiempo que son una realidad en las pampas, con niveles de adopción a la par de los países centrales.
Por caso, las picadoras de forraje utilizan sensores y cámaras de visión que controlan, de manera automática, la carga del acoplado para aprovechar mejor el transporte. Las cámaras guías del tubo de descarga de la picadora prolongan el tiempo por jornada, ya que hace posible la tarea nocturna, al incrementar la visión del maquinista.
En el caso de las sembradoras, la inteligencia se expresa en ahorros de semillas y mayores rindes de la cosecha. Las transmisiones eléctricas agilizan la puesta a punto de los equipos bajando los tiempos de trabajo, simplificando la logística y salvando costos.
Las pulverizadoras que permiten cambiar de pico sin detener su avance son un avance importante en el rubro aplicaciones de fitosanitarios. Porque no es igual aplicar un herbicida a las 3 de la madrugada que a las 3 de la tarde. Aun en el mismo lote, la humedad relativa ambiente, el viento y la temperatura del aire cambian con las horas.
Además de un mejor trato al ambiente, la baja de costos que significa cambiar de pastilla en el momento oportuno implica un ahorro de tiempo, de combustible, de fitosanitarios por aplicaciones más efectivas. Y mayores ganancias, porque el mejor control de malezas, hongos o insectos generan mayores rindes a cosecha.
2. Aplicaciones dirigidas con sensores de malezas
Las malezas resistentes compiten con los cultivos -y muchas veces les ganan-, en la captación de agua y nutrientes. En esa carrera productivo-ambiental, uno de los desarrollos tecnológicos que está logrando excelentes resultados son los sensores de malezas que, colocados en las pulverizadoras, permiten aplicaciones dirigidas – o selectivas- lo cual redunda en menores costos económicos y beneficios ambientales.
Técnicos del equipo de Agricultura de Precisión del INTA Manfredi (Córdoba) explicaron que “las plantas reaccionan a todas las formas de la luz, pero especialmente más si es roja. Por eso, los sensores tienen una fuente activa de luz roja que brilla continuamente en dirección al suelo.
Cuando es aplicada sobre material vegetal vivo, la clorofila de la planta absorbe parte de la luz roja y otra parte la emite como luz infrarroja (NIR), que se convierte en la señal que activa la pulverización. Una vez identificada la planta, el sensor envía una señal eléctrica a la válvula de acción instantánea que debe abrir, y un sistema inteligente calcula el retraso necesario para aplicar el producto exactamente sobre la maleza.
La tecnología es una combinación de “lectores de verde” con “electroválvulas de ancho de pulso modulado” que realizan “40 mil lecturas por segundo” haciendo un escaneo de cada centímetro del lote. De esa manera, sólo se pulveriza ante la presencia de verde. El resultado es un ahorro de hasta el 90% de los insumos fitosanitarios, lo que ha alentado la adopción de esta tecnología.
3. Drones y robots agrícolas
La robotización se ha instalado con fuerza en todas las fábricas de maquinaria agrícola. Son muchos los tipos de máquinas que trabajan de manera autónoma; o al menos parte de sus funciones se ejecutan sin necesidad de la intervención humana directa. Su operación es a través de la ejecución de algoritmos, apoyados en el trabajo de sensores, conectados en redes con gestión de datos desde la nube en procesos digitales.
Un ejemplo son las cosechadoras que califican la calidad del grano que llega a la tolva con el trabajo de cámaras de visión de alta definición. Los datos relevados son transmitidos a la computadora de la máquina, desde la cual se regulan de manera automática los órganos de trilla.
De esta manera se mejora la calidad del grano que llega a la tolva. Esto significa bajas de costos de producción y aumento de los rindes a cosecha. Es decir, el beneficio económico es doble.
Las herramientas autónomas trabajan desde la ejecución de algoritmos, apoyadas en sensores, conectadas en redes, gestionando y procesando digitalmente datos desde la nube.
Según Juan Pablo Vélez, de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Manfredi, “la robótica en sí parece un concepto muy lejano de nuestra realidad, sin embargo, cualquier equipo que se combine con un sistema informático, electrónico y mecánico que lo controle y le permita realizar alguna tarea o llegar a un destino sin la intervención de un ser humano, se convierte en un robot”.
En este mismo rumbo, existen empresas que ofrecen servicios de recolección de datos con drones, que permiten conocer el estado del clima, del suelo y detalles como la salud y el crecimiento de una planta determinada. Con esa tecnología se detectan de manera temprana, la presencia de malezas y enfermedades en las plantas. Por ende, se incrementan los rindes de las cosechas y se reduce el uso de fitosanitarios.
En los últimos años, se han desarrollado procesos tecnológicos que permiten los vuelos de manera continua y confiable, libre de operadores en el campo. A través de estas innovaciones, que tienen que ver con la robótica, los equipos de visión sub centímetro, el Edge Computing (acercamiento de la nube al usuario) y la inteligencia artificial, se han creado las soluciones que permiten al usuario concentrarse en “qué cosas hacer con los datos”.
La robotización también se luce en la lechería. Al respecto, empresas grandes y no tanto han optimizado su producción por esta vía. Por ejemplo, en un caso, una familia que dispone de un tambo mediano decidió integrarse verticalmente. Para ello capacitó a su operario tambero como maestro quesero e instaló robots de ordeñe. Así, con enorme productividad, agrega valor a su leche, a partir del uso de tecnología de punta. Y demostró que no hace falta tener una gran agroindustria para poder encontrar formas de agregar valor a la producción.
4. Genética y biotecnología
La evolución constante de la ingeniería agronómica se ha acelerado en la actual era digital. Es que la Inteligencia Artificial y el Big Data propician modelos predictivos (a partir de datos históricos anticipan cambios en las condiciones agrícolas). La “Internet de las Cosas”, (por ejemplo, por el uso de imágenes satelitales y drones) también está facilitando la innovación agrícola, especialmente en el desarrollo de semillas.
No todo es transgénesis; hay mucho de fitomejoramiento a partir de estudiar los rendimientos de una variedad según el tipo de suelo, del clima, de la radiación solar que recibe en determinadas épocas del año y la duración de los ciclos del cultivo por cada tipo de semilla, identificadas con un nombre o marca, según el combo de sus particularidades.
Entre los últimos hitos debe destacarse la tecnología HB4, que permite al trigo y a la soja tolerar la sequía, a partir de la introgresión de un gen del girasol. Es un desarrollo argentino de relieve mundial, desarrollado en sinergia público privada, entre la empresa Bioceres, la Universidad del Litoral y el Conicet.
5. Carbono Neutro y huella ambiental
En el marco de una carrera global contra el cambio climático, que en Argentina parece quedar en segundo plano debido a otras urgencias, los principales referentes de la agricultura mundial han tomado el tema de la sustentabilidad ambiental como tema prioritario. Y nuestro país no debe “achicarse” porque con tecnologías que en las pampas han sido pioneras, como la siembra directa o la agricultura “liviana” (silobolsa en lugar de las plantas de silos, o brazos –botalones- de fibra de carbono en lugar de acero) se ha hecho camino al andar sustentable.
La Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) ha liderado esos paradigmas conservacionistas desde hace más de 30 años, yendo mucho más allá de dejar de usar el milenario arado, para no castigar a la tierra y preservar mejor su estructura biológica y su humedad. El nuevo paradigma de Aapresid se denomina “Siempre Vivo, Siempre Verde”, y se suman los beneficios ambientales con los económicos y los sociales. Porque en lo social pesa también la percepción de los consumidores, y cualquiera sea la explicación científica, lo concreto es que la sociedad ha convertido en algo valorable la cuestión de la huella de carbono.
6. Digitalización del manejo agrícola-ganadero
En estrecha relación con la producción eficiente y sustentable, se están desplegando múltiples dispositivos y plataformas que conectan especialmente con las nuevas generaciones de productores, los principales impulsores de innovaciones que aporten soluciones. En este punto se cruzan e interactúan tanto empresas de maquinaria agrícola como de insumos químicos.
En ese sentido, la multinacional de capitales chinos Syngenta eligió a la Argentina para lanzar su novedosa aplicación Dr. Agro, un asistente virtual, comandado por voz e impulsado por inteligencia artificial, con información en forma permanente, rápida y fácil.
En el caso de Basf, la plataforma Xarvio, descargable en App Store y Google Play, se vale de la inteligencia artificial y a la tecnología para ganar en eficiencia y productividad. Además de capturar datos, proporciona recomendaciones avaladas por miles de datos procesados de manera automática.
Bayer también ha asumido que los agricultores requieren datos para tomar decisiones inteligentes. Por ello está promoviendo la plataforma digital Field View, que apunta desde la revolución digital hacia una agricultura más precisa, con más rendimiento pero utilizando menos recursos.
La plataforma Mi Lote de Corteva también apunta a mayor eficiencia y rapidez en múltiples mediciones a campo. En el mismo sentido, otra herramienta es Corteva Flight, que utiliza drones para monitorear campos, en distintos estadios de los cultivos. Con capacidad de hasta 500 hectáreas en 10 minutos, capturan información que enseguida se analiza con algoritmos de inteligencia artificial para asegurar mejores rindes.
Los dispositivos digitales y la automatización también están cambiando, por ejemplo, los modos de alimentación en la ganadería, para un manejo más preciso. En ese marco, los mixers (carros mezcladores para la nutrición animal) vienen equipados con un monitor de la balanza programable en la que a medida que se carga, se pesa el forraje (húmedo o seco) y los granos, para preparar las raciones deseadas. Y luego se puede programar la descarga que se hace según los kilos que se quieran descargar en cada comedero. Lo que el monitor facilita es la sincronización entre la descarga y la velocidad de avance. Todo se programa en función de lo que el operador desea preparar.
7. Maíz energético y saludable
La diversidad de utilidades de los granos ha alcanzado un punto alto al ser aprovechados ya no sólo con fines de alimentación humana, o forrajera (para el ganado y las mascotas) sino también para la elaboración de biocombustibles y últimamente hasta con destino farmacológico (el alcohol en gel es el paradigma de la época).
Un caso paradigmático de bioeconomía circular en ese sentido es de Las Chilcas, de la familia Aguilar Benitez, en el norte cordobés. Desde una tradición ganadera, reconvirtieron su producción para agregar valor. Decidieron producir grano para engordar su ganado de forma más eficiente. Luego vieron la oportunidad de elaborar biocombustible también en el campo y aprovechar el co-producto que deja el proceso para el engorde. Como esta planta necesita energía, aprovechan el estiércol para generar biogás para producir el calor y la electricidad que necesitan las instalaciones.
En el mismo paradigma se inscriben otras experiencias agroindustriales de diferentes niveles de capitalización inicial, como los de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), con su planta de bioetanol en Villa María (a la vera de la autopista Rosario-Córdoba), o su criadero de cerdos Yanquetruz, en San Luis, que a través de un biodigestor proveen energía eléctrica a la red interconectada nacional.
8. Caña de cinco siglos, alta precisión y usos múltiples
La caña de azúcar es un cultivo prácticamente ancestral que se ha ido reconvirtiendo de manera impresionante en el último siglo. De endulzante a insumo papelero, luego biocombustible y últimamente también generador de otro tipo de energía calórica a partir de los “desechos”.
El Ingenio Tacabal en Orán, Salta, es un buen ejemplo de economía circular, agregado de valor y producción de alimentos y energía renovable. Cuentan con la mayor planta de producción de bioetanol del país, además de producir azúcar, convencional y orgánica. A su vez producen energía eléctrica para la red a partir de bagazo de caña de azúcar, orujo de industria olivícola de la zona y otras materias primas renovables, como rastrojos. Elaboran también biofertilizante a partir de la vinaza, con un complejo sistema de concentración natural, con mínimo uso de energía.
En el mismo camino de tradición y modernización transita Ledesma, la azucarera jujeña de la familia Blaquier. Utilizan drones de gran autonomía que les permite la detección temprana de plagas y malezas, e información de satélites que los ponen en guardia respecto al clima y el momento ideal para la cosecha.
9. Arrozales con riego por Big Data
El Big Data se ha incorporado en empresas de trayectoria global y/o centenaria como ya se ha comentado, y también en otras más modernas, como Adecoagro, que utiliza esta tecnología en los cultivos de arroz, particularmente en lo asociado al riego, porque le redunda en un eficiente control productivo como de la sustentabilidad ambiental.
El 50% del rendimiento del cultivo depende de que el terreno esté correctamente irrigado, lo cual requiere tener en cuenta la disponibilidad de agua, su altura y caudal de riego, y el tiempo en que permanece en el cultivo. Adecoagro desarrolló una aplicación denominada ‘El Agrónomo’, que tiene una interfaz web y otra para dispositivos móviles. Hay sensores distribuidos cada 1.500 hectáreas e interconectados, mediante los cuales se conoce con precisión y en tiempo real el nivel de la lámina de agua que cubre la planta en una zona específica. Esto se complementa con información que surge del monitoreo de riego con drones y con la aplicación de Big Data para analizar los mapas de cosecha. De este modo, puede conocerse si un lote se está regando en tiempo y forma. Es clave para no utilizar más agua que la necesaria.
10. De una planta riojana, shampoo “mundial” contra la calvicie
Un “invento argentino” de los más curiosos, surgido del campo, es la utilización de la jarilla, un arbusto “exclusivo” de La Rioja, como insumo básico para producir un shampoo contra la calvicie. Lo que podría parecer un delirio excéntrico es furor en Europa, particularmente en Londres, y se paga como tal.
Esta historia exitosa arrancó a partir de que el Conicet validara científicamente las propiedades de esta especie vegetal, que crece en la cordillera y que era utilizado por los pueblos originarios para curar enfermedades. Al tiempo, el laboratorio Garré-Guevara desarrolló un shampoo anti-caída de cabello.
Más allá del éxito comercial, el laboratorio descubrió que la jarilla de La Rioja posee las propiedades óptimas para el producto, y en forma conjunta con la provincia y el ministerio de ciencia, obtuvieron el certificado de cumplimiento con el protocolo de Nagoya, que apunta a preservar la identidad del uso del recurso genético en su región de origen, que es única por sus condiciones ambientales. Es la primera vez que este certificado, otorgado por las Naciones Unidas, se entrega a una empresa argentina. Es un paso más que la denominación de origen, pues incluye también la identidad genética de la planta. Ningún país del mundo podrá hacer uso de este recurso genético, sin una autorización del Estado argentino.
El certificado incluye comercio justo y producción orgánica. Además, por cada unidad comercializada, el Conicet y la provincia de la Rioja cobrarán regalías. Un buen caso de asociación público-privado, con énfasis en las sustentabilidad ambiental, social y económica.
Hasta aquí, un buen resumen de cómo la tecnología de punta le está dando un nuevo perfil al campo argentino. Una impronta tech.
Fuente: Clarín