Le encantaba recorrer el campo familiar allá en el norte de la provincia de Buenos Aires, a orillas del río Paraná, viendo florecer primero a los durazneros y a los naranjos apenas más tarde, justo después que el invierno endulzaba la fruta. También las plantaciones de batata y del maíz de Guinea con esos colores increíbles al sol. Todo para Ricardo entonces parecía casi un juego, como cuando se armaban los partiditos de fútbol en el potrerito o las partidas de bolita.
Ricardo Garavaglia nació hace 60 años en San Pedro, ahí donde entre barrancos y aguas pardas se desarrolló la inolvidable batalla de Vuelta de Obligado hace 175 años. Allí, mientras iba aprendiendo el sentir del campo asistió a la Escuela Agrotécnica Salesiana donde se recibió de Agrónomo General.
La búsqueda de nuevos horizontes y desafíos lo depositó en el norte argentino, más precisamente en Salta, allá por 1988, donde hoy trabaja para la firma “Los dos ríos S.A” en Orán. Y como casi todas las cosas que nos despiertan dentro desde niños, a Ricardo le gusta el aprendizaje constante que la da su profesión. Le gusta y lo entusiasma aún hoy prepearle la producción a este norte tan complejo.
“Me gusta todo lo relacionado a la producción y los continuos desafíos, que hacen que sigamos en el rubro hasta que la vida diga basta. Hasta entonces, estaremos dando lo mejor que pueda para llevar adelante este hermoso trabajo que es producir”, dice sin poder disimular la sonrisa.
Ricardo sabe que todo no se puede en el campo y entiende de sacrificios, sobre todo de los familiares; de esos momentos que no vuelven y que a veces se hace imposible estar. Pero Ricardo supo también sembrar junto a Rossana, su esposa, para hoy disfrutar de una hermosa cosecha compuesta por Valentín, Mayra, Tomás y “el último de los Mohicanos”, como dice bromeando Ricardo, Luca.
Y si bien está muy lejos de sus afectos de sangre que quedaron en San Pedro, Ricardo encontró en este Norte entrañable un puñado de hermanos del alma. “Los elegí yo y esto es impagable” afirma.
También cuando la cosa se pone más difícil, su esposa e hijos lo apoyan fuerte, al igual que compañeros ingenieros asesores. También en cada desafío, Ricardo asegura que “la empresa que siempre me respalda en lo que hago; empresas que nos abastecen con insumos como AJU y, por supuesto, el personal a mi cargo que me acompañan día a día para que todo salga bien”.
Ricardo no proyecta demasiado a futuro; claro que anhela un país mejor para sus hijos, pero hoy vive el campo cada día y lo disfruta a cada momento. Y cuando no está allí, busca la manera para juntarse con amigos y familia, y también para ver algunos partidos de su glorioso River Plate.
Los hombres como Ricardo Garavaglia son los que conforman la esencia del campo. No sólo porque lo trabajan duro, sino porque lo hacen con un profundo amor que brota inexorable por esa irrevocable pasión por la tierra.
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