En el congreso de Aapresid, se analizaron estos dos temas centrales para la mitigación del cambio climático. ¿Dónde está parado y qué está haciendo el sector al respecto?
Se asume que la agricultura aporta el 25 por ciento del dióxido de carbono que se acumula en la atmósfera impidiendo la liberación del calor y generando, en consecuencia, un calentamiento global, pero a su vez, realizada con prácticas sostenibles, la actividad puede hacer una importante contribución a la mitigación del cambio climático. Es que las plantas, a través del proceso de fotosíntesis, son capaces de tomar el carbono del aire y convertirlo en tejidos, fibra, granos, combustible, etc.
“Hay más carbono en los suelos que en la atmósfera y que en la vegetación en su conjunto, mantenerlo capturado en el suelo va a impedir que aumenten las emisiones de gases de efecto invernadero”, explicó la ingeniera agrónoma Alicia Irizar, investigadora del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Pergamino en un panel durante el congreso.
En los últimos años, frente al crecimiento de las malezas de difícil control en el campo argentino, algunos productores han abandonado la siembra directa y han comenzado a labrar nuevamente la tierra. Esta situación es preocupante ya que no solo ocasiona un deterioro físico de los suelos sino que también genera una pérdida de materia orgánica, una menor captura de carbono y un mayor paso de este elemento hacia la atmósfera.
“La agricultura tradicional, que tiene casi 10000 años, se basó en la modificación del ambiente, fundamentalmente del suelo a través del laboreo, para que la semilla expresara su potencial genético. Eso nos trajo muchos beneficios pero hoy también estamos cosechando problemas que tienen que ver con las emisiones de carbono y otros gases de efecto invernadero, resistencia de las plagas y malezas, contaminación, salinización y erosión”, repasó Rodolfo Gil, experto en manejo y conservación de suelos del INTA.
Mientras que la agricultura tradicional se basó en recetas y en tecnologías de insumos, la agricultura sustentable se basa en tecnologías de procesos y en estrategias ajustadas a cada ambiente en particular. En tanto, la siembra directa sustentable se basa en tres patas principales: la intensificación de la fotosíntesis, esto implica mantener el suelo siempre cubierto de plantas; la diversificación de especies vegetales para defender la biodiversidad; y la integración de distintas actividades como agricultura, ganadería, forestación, etc.
“En muchos de los suelos de nuestra región, el sistema de producción predominante ha hecho soja sobre soja sobre soja y los suelos se han degradado y han perdido carbono y nitrógeno, por lo tanto, el potencial para volver a tomar ese carbono que está presente en la atmósfera, fijarlo en las plantas y devolverlo al suelo allí es muy alto”, aseguró Irizar.
Para que un sistema de siembra directa sea sustentable hay tres aspectos que no pueden faltar: la cobertura de la superficie del suelo, el no laboreo y la actividad biológica. “Si nosotros no fomentamos y fortalecemos la actividad biológica, fundamentalmente a través de la rizosfera, que son las raíces con todo lo que las acompaña, la meso y microfauna, no podemos hablar de siembra directa continua”, sostuvo Gil.
“La naturaleza es un sistema complejo pero no complicado. Tenemos que conocerla, entenderla y tratar de imitarla, es muy simple. Hay un equilibrio entre lo que produce la naturaleza a partir de la fotosíntesis, lo que descompone y lo que consume, nosotros tenemos que hacer lo mismo con la agricultura”, agregó.
Cómo contribuir
Para ser más sustentables, los productores que actualmente estén haciendo solo agricultura, podrían comenzar con la intensificación y la diversificación. “No puede ser que en el espacio que tiene la Argentina con la variabilidad climática y edáfica, estemos circunscribiendo la agricultura a tres o cuatro cultivos, tenemos que diversificar mucho más”, subrayó.
Mitigar el cambio climático hoy es una prioridad y el sector agropecuario tiene un rol fundamental que es, además de producir alimentos, fibras y energía, secuestrar carbono a través de los cultivos. “Es imperioso, casi urgente. Nosotros no vamos a solucionar todo, pero al menos podemos contribuir. Hay ciencia y conocimiento, pero falta educación y un compromiso colectivo: la sustentabilidad y el cambio climático no son problemas de uno, son problemas de todos, acá no tiene que haber espectadores, todos tienen que ser actores, desde la familia hasta las instituciones”, remarcó Gil.
Los agricultores tienen en sus manos la posibilidad de enriquecer el reservorio de carbono de los suelos pero “solo no puede lograr grandes cambios, necesita estar acompañado de políticas públicas, de la ciencia, de los extensionistas, de los asesores, para generar un cambio hay que tener una mirada un poco más global y conjunta”, consideró Irizar. Asimismo, reconoció que falta también el involucramiento de los científicos con los decisores políticos, así como de la sociedad y de los productores. “Todos tenemos que tener un rol protagónico. Y si las políticas públicas no están hoy, quizás tenemos que ir y pedirlas con datos, con información y con una necesidad del productor. Yo creo que tenemos que involucrarnos todos para lograr que los decisores políticos entiendan y puedan legislar en el sentido que sea mejor para el ambiente”, opinó la ingeniera.
En cuanto a las prácticas que puede implementar el productor en el campo para mejorar la captura de carbono, indicó que todas aquellas que incrementen la intensidad de su secuencia de cultivos, la diversidad, incluyendo gramíneas, leguminosas, independientemente de que sean para granos o para cultivos de servicio, tienen potencial para aumentar la materia orgánica del suelo.
¿Cómo medir la sustentabilidad?
La sustentabilidad en el agro se puede medir pero no es fácil hacerlo ya que los sistemas sobre los que se trabaja son complejos y diversos. Sin embargo, “se puede empezar por cuestiones simples como, por ejemplo, el análisis de suelos para monitorear regularmente la fertilidad, la cantidad de nutrientes que me interesan para la producción”, explicó Leonardo Galetto, investigador del Conicet, que en el congreso de Aapresid dio a conocer un índice desarrollado de manera conjunta entre esa institución y la empresa Syngenta que en breve estará disponibles para el uso de todos los agricultores.
El mismo se compone de una serie de 40 preguntas dispuestas en tres módulos: ambiental, social y económico. “Son preguntas muy simples a través de las cuales el productor puede ir evaluando los procesos mediante indicadores, cosas que puede ver de manera sencilla y que desde la ciencia relacionamos con la sostenibilidad en el largo plazo”, indicó Galetto.
Por caso, dejar el suelo desnudo durante parte del año se considera una práctica que no contribuye a la sostenibilidad, en cambio, mantener una cubierta verde entre cultivos es una práctica sostenible ya que evita la erosión del suelo, permite una mejor infiltración del agua y favorece a la biodiversidad del suelo que se relaciona con la fertilidad. En este caso, el indicador es: “¿Tuvo o no tuvo un cultivo de cobertura?”.
Otro es el número de cultivos sembrados en los últimos dos años: “Si hizo dos, sería una práctica poco sostenible, mientras que si hizo cuatro sería sustentable”, dijo el biólogo. También se incluyen preguntas sobre el tamaño del establecimiento, hectáreas productivas e improductivas, relictos de bosques o humedales cercanos, tipo de agricultura, prácticas agronómicas, etc.
Como en un semáforo de sustentabilidad, dentro de cada módulo, si el índice es superior a 80, tendrá luz verde, si no, será amarillo o rojo. Y en base a las recomendaciones que se le otorgan, el productor podrá hacer modificaciones para mejorar.
“Los desafíos para la agricultura son muchos: aprovechar más los beneficios de la biodiversidad, los servicios ecosistémicos, disminuir la contaminación ambiental y los costos energéticos, incrementar el bienestar humano. Pero todo esto hay que pensarlo situado ya que no existen soluciones generalizadas, no es lo mismo regenerar la agricultura en lo que era el bosque chaqueño o en la pampa.
El conocimiento sobre los sistemas también lo tenemos que seguir incrementando, hay que diversificar las estrategias y monitorear lo que hacemos cuando modificamos las prácticas”, afirmó Galetto.
Qué puede aportar la agricultura digital
El nivel de digitalización de la agricultura avanza pero aún se encuentra en una etapa inicial y tiene mucho por crecer. Actualmente, las soluciones tecnológicas que desarrollan las nuevas empresas tiene presente el tema de la reducción de la huella de carbono y hacen contribuciones concretas al respecto.
Gabriel Tinghitella, responsable del Área de Innovación de CREA, quien trabaja seleccionando y acompañando a startups, aseguró que son muchas las que ponen el foco en el cuidado del medio ambiente. Un ejemplo son los sensores para la aplicación selectiva de agroquímicos que permite un ahorro en producto, disminución de costos y mejora en la eficiencia productiva. “Si miramos hacia arriba en la cadena agroindustrial, vemos que la cantidad de herbicida que tiene que llegar a un lote es menor, por lo tanto se necesitarán menos bidones y menos fletes, y en consecuencia menor consumo de gasoil y menor huella de carbono.
A su vez, si todos los productores adoptaran esta tecnología, haría que la producción total del herbicida se reduzca y la huella de carbono asociada al producto de síntesis, también”, señaló Tinghitella.
Hay otras plataformas que coordinan la logística del transporte de cargas, conectando vía celular a los dadores de carga con los transportistas, de esa manera, los camiones van y vienen llenos, evitando los viajes vacíos, y haciendo que disminuya la huella de carbono.
No obstante, la incorporación de estas herramientas aún es incipiente en el total de productores del país. “En el universo de productores CREA, la adopción de tecnología es heterogénea. La aplicación selectiva de herbicidas en la zona chaco santiagueña, por ejemplo, es muy alta, y la tecnología es tan cara o más que la pulverizadora, porque el beneficio que reporta es muy alto también y en esos ambientes la tecnología calza perfecto. Pero en otros casos, incluso con aplicaciones gratuitas, como el beneficio no está tan claramente definido o no se adecua a lo que el productor necesita, los niveles de adopción no son significativos”, contó.
Según el técnico, “hay conciencia en cuanto a la necesidad de reducir la huella de carbono, también hay percepción de oportunidad de negocio, la posibilidad de capturar un diferencial que en un futuro puede venir como una barrera comercial para acceder al mercado, hay productores que ya lo están haciendo pero en el sistema en su conjunto estamos en un estadio inicial".
Contando con mayor conocimiento y nuevas tecnologías, hoy es posible reducir el impacto ambiental de las actividades humanas, mejorar la forma de hacer las cosas en la búsqueda de soluciones más sostenibles. En la agricultura, aumentar la captura y almacenamiento de carbono en los suelos es uno de los caminos para contribuir al cuidado del planeta.
Fuente: Clarín Rural
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