Internet de las cosas, convertida en una lanza que mide la humedad, la temperatura y los gases dentro de un silobolsa, o en un sistema operativo para programar maquinarias agrícolas.
Tecnología satelital, transformada en una app gratuita para brindar datos de índice verde sobre determinada parcela, o para monitorear un biodigestor. Plataformas electrónicas, como sustento de un mercado mayorista de insumos agropecuarios o para realizar transacciones en la comercialización granaria. Drones que permiten realizar una pulverización de precisión o inteligencia artificial para el reconocimiento de malezas en el campo. Esto, y mucho más, puede transformarse en la definición más clara y precisa de lo que representa el ecosistema Agtech en Argentina.
Ese universo de la tecnología aplicada a la agricultura o al sector agropecuario viene creciendo a un ritmo vertiginoso en el mundo durante la última década a niveles de casi el 15% anual, el triple del resto de los ecosistemas y, según un informe de la consultora Deloitte, es un mercado que supera los u$s 3 trillones a nivel global.
En la región, ese dinamismo se expresa en la proliferación de startups o empresas del ecosistema agtech que son el resultado de la combinación de tres aspectos sustanciales: la matriz productiva de la zona, el desarrollo pionero de un polo tecnológico, y la sinergia entre el sector público, privado y académico que contuvieron y promovieron iniciativas bajo distintos formatos.
Pero lo que hace una década fue un techo, hoy es un piso y un nuevo punto de partida. “Lo que hoy planteamos es una versión 4.0 de Rosario”, dijo para anticipar lo que se viene, Bernardo Milesy, de Glocal, la primera aceleradora de Latinoamérica para startups y medianas empresas en el sector agroindustrial, quien disertó en el encuentro virtual sobre la actividad “Construyendo el futuro”, organizado por el Polo Tecnológico de Rosario, la consultora Ánfora y la Universidad Austral.
“La ciudad es hace más de 100 años un cluster de agronegocios y la prueba está en el funcionamiento de instituciones como la Bolsa o los referentes del sector agroexportador, pero ahora el desafío es que pase a convertirse en el epicentro en Latinoamérica de un ecosistema agrifood”, agregó.
“Año a año vemos que aumenta la cantidad y la calidad de las startups, enfocadas en este vertical agtech y eso habla de la maduración del ecosistema”, dijo Milesy. En eso coincidió Pablo Avalle, de Xerendip y Universidad Austral, una facultad con formación académica orientada a los agronegocios. “Pareciera ser que la olla hierve cada vez con más agua”, graficó y dijo que los números que manejan desde la facultad demuestran que “es impresionante el crecimiento exponencial que tienen” estos emprendimientos.
Planteó que esto da cuenta de “indicadores fuertes de que el ecosistema empieza a generar el valor que persigue, algo que se traduce en la creación de más empresas, mayor cantidad de actores y menos riesgo de inversión porque la tecnología se prueba”.
Pero para Milesy la clave es mirar la foto completa para poder tener una real dimensión de lo que representa la actividad. “Es mejor hacer foco, no sólo en las startups, sino en el ecosistema, que son la totalidad de los jugadores, y que hacen que el todo sea más que la suma de las partes”, dijo al referirse a la necesidad de “trabajar colaborativamente” con todos los eslabones de una cadena conformada por emprendedores, capital (fondos/aceleradoras), instituciones, el sector académico y testeadores de tecnología, entre otros.
Aunque la ciudad reúne potencialidades para convertirse en una referencia del ecosistema agtech, la consolidación como industria 4.0 no viene sólo por el avance tecnológico.
“Generalmente se asocia tecnología con innovación y no siempre van de la mano”, advirtió Juan Pablo Mansón, presidente del Polo Tecnológico de Rosario (PTR) y planteó que cuestiones como “Internet de las cosas, sensores más pequeños y baratos, inteligencia artificial aplicada al análisis de sensores e imágenes satelitales, robótica, vehículos autónomos que son capaces de cosechar, pulverizar, recolectar”, entre otras cosas que hoy comienzan a ser cada vez más frecuente en la actividad agropecuaria, “tienen en el mundo un desarrollo natural y simplemente pueden llegar desde afuera e ir incorporándose”. Sin embargo, “si no fomentamos la innovación aquí, el valor agregado se lo llevan las grandes compañías, muchas del exterior”, agregó Mansón.
El Estado como un actor
Y aquí, la apuesta también está en la interrelación entre los actores que conforman el ecosistema. En ese sentido, la secretaria de Ciencia, Tecnología e Innovación de Santa Fe, Marina Baima, resumió que las acciones desde el gobierno provincial se enfocan en crear las condiciones en varios frentes: “El talento, el empleo, los fierros para escalar la tecnología, y los fondos inteligentes de impacto que transformen y vayan a estos sectores”, dijo.
La funcionaria explicó que desde la provincia están trabajando puntualmente en programas que “reorienten las capacidades de nuestros científicos y tecnólogos hacia donde tengamos ventajas competitivas, para favorecer la transferencia tecnológica y acompañar iniciativas como las del Polo para fortalecer la creación de startups tecnológicas y para que las pymes aprovechen todas las capacidades”.
Por otro lado, “necesitamos fierros, que es la red de aceleración e incubación, y eso nos va permitir promover el desarrollo de proyectos intensivos aplicados a la agroindustria y la economía del conocimiento para escalar tecnológicamente con ideas que salgan del ecosistema”, dijo. Otro proyecto es crear lado un “Fondo Tecnológico Santa Fe, público privado, que acelere esa transformación digital”.
Incubadora local
En ese rumbo, desde Rosario la Municipalidad planea contar para principios de 2021 con “una incubadora de emprendimientos de base científica”, un espacio que destinará la Universidad Nacional de Rosario, en un proyecto conjunto donde también participa el Conicet. Así lo confirmó el secretario de Desarrollo Económico y Empleo local, Sebastián Chale, quien dijo que la pandemia postergó esta iniciativa que pensaban tener lista este año. “Como Estado local consideramos que tenemos un rol esencial dentro del ecosistema en Rosario, que tiene que ver con fortalecer los primeros estadios de constitución de equipos de emprendedores, incluso previo al paso de constituir una startup, a través de incubar o fortalecer programas de preincubación”, dijo el funcionario para detallar los alcances de la iniciativa.
Para Chale, el rol del sector público es clave en esta etapa previa. “Luego hay distintas etapas en la inversión, donde escala un emprendimiento, donde debemos seguir fortaleciendo el ecosistema, integrándonos con el sector privado y en Rosario tenemos una red densa y potente”, dijo, aunque “esto no quiere decir que el Estado deba prescindir de participar en estos niveles”.
Por eso, “queremos jugar un papel fuerte”, dijo Chale ya que la Municipalidad tiene siete empresas públicas que van desde un laboratorio a un banco.
“Un desafío grande es pasar de ser un gran comprador de tecnología a poder reconvertirlas junto al sector privado para que presten servicios”, dijo. Para eso trabajan en proyectos de ordenanzas para generar innovación a partir de asociarse con el ecosistema local.
Las experiencias
Para Mansón, esa consolidación del ecosistema local Agtech debe estar sustentado en el “asociativismo”, para que empresas del agro y la tecnología trabajen juntas. “Estas tecnologías son demasiado grandes para que pueda abordarlas una empresa del agro, y las compañías tecnológicas necesitan el conocimiento de quienes estén en el campo, en el terreno. Es camino, es juntar esos dos mundos”, dijo el presidente del PTR.
También así lo dijo Ignacio Sanseovich, de la compañía Tecso, para quien “este proceso de innovación debe articular actores que conocen de la problemática”. De hecho, la compañía creó en conjunto con Agrospray _ que se dedica a la formulación de coadyuvantes_ dos drones para realizar pulverización de precisión. “Somos dos empresas del Polo Tecnológico, hicimos una sinergia con quienes conocían cómo pulverizar y nosotros aportamos la tecnología”, dijo Sanseovich.
“Es un tema muy sensible porque hablamos de la salud humana, del medioambiente y la idea fue utilizar la cantidad de producto necesaria, evitar la deriva, respetar las zonas periurbanas y logramos un resultado muy bueno”, dijo.
Gustavo Ghirardi, de Agrospray explicó que la compañía buscó mitigar la fuerte presión social que representa la pulverización con productos químicos mediante el uso de tecnología. “Trabajamos con la app Agrosmart para celulares, también con imágenes con drones y esto nos permite tener datos y así tomar decisiones con ellos”, dijo.
Mediante la tecnología, la compañía creó una aplicación de capacitación para productores que va desde cursos de Buenas Prácticas Agrícolas hasta administración y contabilidad.
Juntos es mejor
El asociativismo es uno de los factores que permiten potenciar desarrollos, algo que los inversores miran con mucha atención a la hora de financiar a una startup. “Los fondos de inversión están muy atentos a que el mercado al que apunta el emprendimiento sea grande, no de nicho y que la para eso necesitan que la statartup se piense globalmente, más allá de la región o de la Argentina”, dijo María José Soler, de Endeavor.
También dijo que es clave que “siempre se piense en escalar la compañía, y no que sea algo para vivirla”. Pero “lo que determina si invierten es el equipo y si ven es que es sólido, tiene expertise, si conoce el negocio”, planteó la ejecutiva de Endeavor que en los últimos años lleva invertidos fondos en 135 compañías en 27 países, el 50% de las cuales son en Latinoamérica y muchas del sector agtech, entre ellas la local Agrofy.
Esa “escalabilidad” es la que logró la empresa AgriRed que desarrolló un mercado electrónico mayorista para la compra venta de insumos agropecuarios. “Es un mercado muy competitivo con empresas de muchos años y armamos esta estructura para que operen entre ellas”, dijo Gabriel Vidal, de la compañía que reúne desde grandes formuladoras de productos hasta firmas más chicas.
Justamente se trata de una startup que creció mucho en tres años y medio de vida y “hoy el 43% de las empresas del país en ese rubro operan en la plataforma”, dijo al tiempo que la piensan “como una empresa escalable” y tienen proyectado ir a otros países.
La tecnología también le aportó a los mercados granarios institucionales la plataforma para innovar con soluciones ágiles y seguras, que permitan, como ocurrió con Matba Rofex, seguir sumando récords históricos de operaciones y transformarse en aliados de la comunidad al fortalecer, en plena pandemia, su servicio de billeteras digitales que hoy suman más de 3,1 millones de cuentas (ver aparte).
Un piso alto
La versión de una Rosario 4.0 como plantean las aceleradoras de startups de Agtech como el desafío que se viene, sólo es posible porque se arranca desde un piso alto, que sumó conocimiento en el territorio (el campo) e innovación tecnológica. Ese fue el caso de la compañía Smartium Agro, una Agtech creada en la ciudad por la corredora granaria Barrilli en 2014 dedicada a Internet de las cosas.
Hoy, entre su portafolio de productos cuenta con las lanzas para silobolsas que permiten medir como una película y en tiempo real que sucede dentro de este acopio a campo, detectando tanto anomalías en el grano como cualquier movimiento vinculado a robos o destrozos. Actualmente están trabajando en lanzas para humedad de suelos que realizan medición a distancia, según detalló Mariano Camerlo, de la empresa.
Pero lo que se viene exige asociarse y ser un engranaje dentro de una cadena de valor. Así lo planteó Andrés Travasio también de Smartium Agro, quien detalló que están haciendo pruebas piloto con compañías de agroquímicos. La idea es sumar el expertise de la empresa en dispositivos que se conectan a Internet y mandan datos en tiempo real para tomar decisiones, a las ventajas de otras empresas y así ofrecerle soluciones innovadoras al productor. “El gran impacto que vamos a tener pasará por el big data y la inteligencia artificial, que es al gran desafío que viene por delante, y serán capas de información que se potencian”, agregó.
“El primer salto fue la mecanización, luego la automatización y ahora el tercero será la inteligencia artificial”, indicó.
Carlos Comas, de la compañía aseguradora La Segunda, también planteó que ese negocio se convertirá a futuro. “El seguro agrícola será en el futuro un seguro tecnológico”, dijo al referirse a aquellos que analizarán variables e indemnizarán al productor en función de eso. “Por ejemplo, si tenemos una campaña con menos de 120 milímetros en período crítico del cultivo, se dispara la indemnización”, dijo. Y explicó un sinnúmero de variantes, en las cuales intervendrá la inteligencia artificial o Internet de las cosas, como por ejemplo, la capacidad de tasar un cultivo y evaluar su daño mediante un robot que ingrese al lote y cuente la defoliación, o de cosechadoras que reciban los datos de rendimiento y puedan procesarlos.
Ese es el camino de Bosch, que hace cuatro años viene trabajando en Argentina y Brasil con la plataforma abierta Nevonex, que funciona como un sistema operativo (similar al Android para celulares) que permite homologar el lenguaje de la maquinaria agrícola, programarlas y leer sus datos.
Aunque se trata de una aplicación abierta, la apuesta de la compañía es que cada vez más maquinaria cuente con sensores y requerirán de ese sistema operativo para leer esa información.
También el ecosistema agtech reúne a empresas que nacieron para aportar desarrollo tecnológico a otros sectores y recalaron en el campo. Es el caso de BLC, dedicada a aportar soluciones para generar energía eléctrica, a través del monitoreo de control de centrales de generación. “En los últimos años venimos trabajando en bioenergía, especialmente biogás”, dijo Víctor Merli, representante de la compañía y señaló que trabajaron en proyectos de biogeneración en Pergamino, Venado Tuerto, Avellaneda en la conexión al sistema eléctrico nacional. Pero también, el tratamiento del gas en la salida de un biodigestor en plantas pequeñas. “Nos vemos como una empresa que puede ser el último eslabón de la cadena de valor de establecimientos que deben procesar residuos donde se produce gas y de ahí, generación eléctrica”, indicó.
Esa versatilidad, que tiene mucho de poner el oído en las necesidades de un sector tan dinámico como el agropecuario, también es clave para que una agtech no se quede en el camino. “Nosotros nacimos para resolver la aplicación de agroquímicos en forma terrestre y ofrecemos software e inteligencia artificial que reconoce las malezas, para luego poder hacer intervenciones en tiempo real y saber dónde aplicar el herbicida”, dijo Juan Manuel Baruffaldi de la empresa Deep Agro. “Hoy la plataforma monitorea el campo, sabiendo qué pasa en el lote y mañana puede ir más allá”, agregó al señalar que las soluciones pueden ampliar los servicios.
Y no sólo esto se puede aplicar a lo estrictamente productivo. De hecho, la empresa Mainset utiliza la tecnología, pero aplicada a la consultoría. “Nuestro objetivo es poder llevar agilidad al mundo del agro. Nos dimos cuenta que muchas empresas tienen por objetivo trazarse metas de transformación o automatización de procesos y no saben cómo hacerlo”, dijo Marcelo Blázquez, representante de la empresa. También otro producto que ofrecen es el “laboratorio de agroquímicos, no sólo para comercializar sino para concientizar sobre aplicaciones seguras”, agregó.
“El ecosistema Agtech está maduro”, coincidieron los expositores en el encuentro Construyendo el Futuro. Ahora es tiempo de empezar a rodar cada vez más rápido en un mundo donde los jugadores se mueven a ritmo vertiginoso y para hacerlo se necesitará de un sano equilibrio entre el sector público, privado y la academia.
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